viernes, 26 de febrero de 2010
EL PERSONAJE: HOY HUGO TULA CURIONI
Escribe: César Villarroel
Alfredo Distéfano le dijo al histórico presidente de Boca, Alberto J. Armando, ¡Compren al flaco ese!... Había jugado sólo 20 minutos.
- Hola Tula, ¿a qué hora nos podemos juntar para hacer una nota para el suplemento El Equipo del Sudeste?
- A sí... el suplemento de EL DIARIO, ¿les parece bien el viernes a las 19?
A pesar de haber viajado por trámites personales, a las 19 nos esperó en su casa y nos contó sobre su rica e impresionante trayectoria futbolística.
- ¿Cómo fueron tus comienzos en el fútbol, la época de inferiores?
- Antes era sólo el fútbol, no había otra cosa, sólo estaba el fútbol, una pelota de goma y uno jugaba con eso. Una vez que fuimos haciéndonos grandes jugamos los campeonatos de barrios, era una de las cosas que más me gustaba.
- A nivel clubes ¿a qué edad comenzó a jugar oficialmente?
- Creo que debuté en el ‘62 en Central, es el club del barrio que llevo en el alma, tenía 16 años. Después se fueron dando algunas pautas; me fui al Bell a jugar los famosos partidos de verano y así se fue dando una carrera en donde fui progresando de a poco.
- A Instituto ¿cómo llegaste?, ¿por medio de quién?
Bueno, yo había estado en Rosario Central pero no me gustó Rosario, la ciudad. Entonces no estaba muy conforme y no puse la atención que le debía poner para quedarme y triunfar. Entonces volví, me voy a jugar a General Cabrera, pero yo me voy a Instituto porque me vieron jugar un amistoso en cancha del Bell, me acuerdo que ese día hice tres goles.
- ¿Fue en un amistoso?
- No, en un campeonato en que jugó Bell, Instituto, San Francisco y Estudiantes de Río Cuarto y justo a ese partido no lo podía jugar porque estaba suspendido, entonces participé con otro nombre: “Cepeda”. Hago los tres goles y en esa época, Pedrales, quien era un dirigente de Instituto que trabajaba en una empresa haciendo la ruta a Cintra dijo: “Pero si ése es Curioni, ¡que va a ser Cepeda!, la madre le da de comer a 20 empleados míos”... Cosas que tiene el fútbol.
- ¿De Instituto a Boca sin escala?
- Boca venía de salir campeón en el año ‘69, van a jugar un amistoso con Instituto a fin de noviembre, yo estuve ese día y la verdad es que jugué 20 minutos y en muy buen nivel, con situaciones de goles, me pegaron bastante y en una fue una patada del “Cachín Blanco”, por la cual me llevaron al hospital pensando que me había roto toda la rodilla, pero sólo fue un golpe muy fuerte. Cuando llegó al club, a las dos horas, el presidente de Instituto me dice: “Te compró Boca” y le digo que está jodiendo, pero resulta que Distéfano le había dicho a Alberto J. Armando, por entonces el presidente de Boca: ¡compren a ese flaco! Y así fue el pase mío a Boca; las negociaciones duraron 15 minutos, no más.
- En el ‘70 llegás a Boca y ¿cuántas temporadas jugás?
- En enero del ‘70 me confirmaron lo del pase, yo estaba en Bell Ville. Me llamó el presidente de Instituto, diciéndome que a la mañana siguiente tenía que estar en el club porque debíamos ir a Boca a firmar los papeles, que no había prueba ni nada, que me habían comprado.
Y bueno, llego a Boca -que tenía el mismo equipo que había salido campeón- con la diferencia que no estaba más Distéfano (el técnico que me había pedido). El primer año me costó como seis meses poder jugar, pese a que entrenaba bien, en las prácticas hacía dos o tres goles y me preguntaba ¿qué pasa que no juego? Un día hablé con el técnico (José María Silvero), le pregunté qué problema tenía conmigo, que le iba a pegar una cachetada para que me echarán y eso salió en El Gráfico. Fue un martes y el domingo jugué de titular en la primera de Boca y no salí nunca más de primera. Una vez, ese técnico me dijo: “Cordobés, creía que no tenías huevos”... Por eso, en el fútbol el factor suerte es muy importante.
- Hoy todos hablan de Palermo por la cantidad de goles en Boca. Vos, ¿si te hubieses quedado más tiempo, podrías haber llegado a esa cifra?
- Yo jugué 126 partidos y anoté 68 goles. Llegar a los goles que llegó Martín es muy difícil y no sé si yo hubiera pasado los 100, tal vez llevando el promedio y sabiendo que era titular. No obstante, hay que sacarse el sombrero por lo que ha hecho Martín (Palermo).
- ¿Después te vas a Francia?
- Fui a conocer, ya que no eran los mismos números que se manejan actualmemente, porque si era por eso me tendría que haber quedado en Boca. Era conocer el mundo, otros países, darle la oportunidad a mi familia de conocer y me decidí ir a un país con un idioma y una cultura distintos. Me ayudó mucho mi forma de ser, solitario, y me amoldé muy bien al estilo de vida de dicho país, ya que el francés te invita a tu casa recién a los tres años.
Estuve ocho años, me compró el Nantes, llego a la mitad del campeonato e igual salgo goleador del equipo con 12 goles. Al otro año, debido a que había seis extranjeros y podían jugar tres, me fui al Netz y me quedé cinco años en ese club, hasta el ‘78, cuando me fui al Montpellier, que había subido de tercera a segunda, pese a que yo tenía todo arreglado para ir al Málaga, pero el presidente insistió, acepté y la pegué, porque fueron los dos mejores años que pasé en Francia.
- Por último, hablame de ese famoso Bell del ‘85.
- Me acuerdo que ese equipo estaba muy bien preparado físicamente por el profe “Matota” Santarrosa, un adelantado para esa época, y había grandes jugadores, como el “Beto” Beltrán, Cuneo, Huais, Sodero (que después atajó en River) en el arco, “Quicucho” Varas, Guille Rébola, el Tati Rivero, “Culona” Conti. Era un equipazo en cualquier lado.
Seguro que querés saber del partido con Belgrano (ganaba el Bell 3-0 y terminó empatando 3-3), por el cual muchos actualmente le siguen echando la culpa a Sodero y no es así, porque yo había metido dos goles y faltando poco erré uno, estando solo, a dos metros, que pegó en el palo.
Fueron casi 25 minutos de una charla que podría haberse prolongado por mucho más tiempo, donde quedó reflejado que “Tula” es así, tal cual se describe. Un tipo serio, silencioso, respetuoso y te mira a los ojos cuando te habla y te las dice de frente.
Todo un grande que no anda diciendo: “Yo jugué en Boca”, si no que transita la ciudad en bicicleta, que por ahí se prende a un “picado”, si después hay asado. Un personaje humilde y enamorado de su club Central, a tal punto que los sábados por la tarde lo encontrás cortando el pasto en el club, la tarea que más le gusta hacer.
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